viernes, 25 de junio de 2010
El nombre tabaco, para denominar a la misma planta, es explicado por uno de los primeros cronistas americanos, el padre Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez, quien en su obra “Historia general de las Indias” (Sevilla 1535) relata: “entre otras costumbres reprobables los indios tienen una que es especialmente nociva y que consiste en la absorción de una cierta clase de humo a lo que llaman “tabaco” para producir un estado de estupor”...”algunos absorben el humo por medio de una caña hueca, eso es lo que los indios llaman “tabaco” y no a la hierba”.
Colón, afirman algunos cronistas, quedó sorprendido por aquellas costumbres, pues los indígenas la practicaban en ciertas ceremonias y no como una costumbre cotidiana y de placer, sino que se realizaban en ceremonias de paz y de purificación del espíritu, pues para ellos el uso del tabaco poseía poderes mágicos y agradaba a los dioses. El tabaco era considerado como panacea, ya que se utilizaba como un fármaco para combatir el asma, fiebres, convulsiones, trastornos intestinales o nerviosos, y también mordeduras de animales.
Hacia 1560 el tabaco era ya conocido en España y Portugal. En este último país, para esos años, se encontraba como embajador de Francia el caballero Jean Nicot, quien se interesó por la exótica planta. Cuando el mencionado embajador regresó a su país, llevó consigo hojas de tabaco para obsequiárselas a la reina Catalina de Medicis por lo que se la llamó “hierba de la reina”, “Nicotiana” o “hierba del embajador”.
En 1584 uno de los más célebres aventureros, Sir Walter Raleigh, fundó en América del Norte la colonia de Virginia y adquirió de los indígenas la costumbre de fumar en pipa. Personalmente fue el propio dicos de la época “consideraban esta costumbre tan repugnante como dañina para la salud y para el cerebro, peligrosa para los pulmones”.
En otras naciones como Japón, Rusia, China, Turquía, se pasó de la sanción moral a medidas más drásticas. El sultán Murad IV mandó a ejecutar a numerosos fumadores. En 1638 las autoridades chinas amenazaban con decapitar a todo el que traficase con tabaco.
En el siglo XVIII apareció la moda del rapé. Algunos médicos lo acostumbraban a recetar como terapéutica contra el malestar de cabeza y también pare detener hemorragias.
Federico I fundó el “Tabaco collegion” que era frecuentado por altos dignatarios de la corte, donde se fumaba guardando una severa etiqueta.
En la segunda quincena de abril de 1778 e “estudio preliminar de Dais y Ripodas Ardanaz” dice: Zarpan de Cádiz rumbo a Montevideo, en las fragatas Carmen y Aurora, los integrantes de la que bien puede llamarse Expedición del tabaco”; su misión era difundir el consumo del tabaco para la conservación de la salud pero no menos útil para las arcas de la Real hacienda. Su difusión fue importante en las provincias del norte, provincias conocidas como “Coqueras”.
La reina Victoria tenía una fuerte aversión contra los fumadores y se establecieron una serie de ordenanzas prohibiendo fumar a los integrantes del ejercito real. En Berlín las autoridades prohibían fumar en espacios públicos, estas ordenanzas tuvieron vigencia hasta mediados del siglo XIX.
En 1828 dos científicos que trabajaban en la Universidad de Heilderberg, Posser y Reimann, consiguieron aislar un alcaloide de la planta de tabaco y a propuesta de Guisa bautizaron su descubrimiento con el nombre de Nicotina en honor del embajador francés Jean Nicot.
En este punto de la historia hizo su aparición el cigarrillo definido por ese entonces como: tabaco picado rodeado de fino papel. Este producto hechizó a pueblos como el francés y el inglés, aunque se sostiene que su patria de origen fue España, donde lo denominaban “pitillo”. A partir de esta transformación el cigarrillo empezó a fumarse en todo el mundo.
En el siglo XX, y durante la primera guerra mundial, aumentó en forma notable el hábito de fumar y en especial la costumbre de consumir cigarrillos. El comandante en jefe de las tropas norteamericanas cablegrafió a Washington el siguiente texto: “el tabaco es tan indispensable como la ración diaria: necesitamos miles de toneladas de él sin demora”.
Estas palabras son lo suficientemente demostrativas para alarmarnos sobre el signo distorsionante bajo el cual nació este siglo que, envuelto en plena conflagración mundial, reclamaba al tabaco en un plano de necesidad similar al de los alimentos.
En nuestro país, estudios realizados en 1992 y 1994 en varones ingresantes al servicio militar arrojó que de un 32% a un 44% eran fumadores habituales.
El estudio realizado por la Dra. Paola Morello en la Ciudad de Buenos Aires, publicado en el 2001, analiza datos de las encuestas realizadas a 3.909 alumnos de escuelas públicas y privadas de 7º a 9º año. De este estudio se desprende que el 29% de los alumnos varones y el 32% de mujeres son fumadores habituales. el fumador tuvo asociación positiva con amigos fumadores, y más del 50% de los encuestados manifestaron actitudes positivas hacia el fumar y tener la intención de continuar fumando el próximo año.
En el año 2000, el Lic. Bolzán y el Dr. Peleteiro, realizaron un estudio transversal con el objetivo de identificar la prevalencia del tabaquismo y factores de riesgo de ser fumadores entre adolescentes. Incluyó 2.386 escolares de todos los establecimientos del Municipio de la Costa de la provincia de Buenos Aires.
La prevalencia en el hábito de fumar se consideró en los últimos 30 días y fue de 13,9% promedio ,incrementándose desde 6,8% en el séptimo año a 23% en el noveno.
La edad media de inicio del consumo fue de 11,7 años y los factores de riesgo más significativos fueron los amigos o el mejor amigo del fumador.